Permisividad, Relativismo, Hedonismo, Sexualidad rebajada y trivializada. - Adrian Gamarra 5to "M"

Como cristianos, vivimos en un mundo que cambia rápidamente, con ideas y valores que desafían constantemente nuestras creencias y principios. Conceptos como la permisividad, el relativismo y el hedonismo se han vuelto comunes, pero ¿qué impacto tienen en nuestra vida espiritual y en nuestra relación con Dios?




Desde la perspectiva cristiana, la permisividad nos aleja de los mandamientos de Dios, invitándonos a justificar acciones que contrarían Su palabra. Aunque el mundo promueva la "libertad de hacer lo que queramos," los cristianos sabemos que la verdadera libertad proviene de seguir el camino de Cristo. Jesús nos llama a vivir según los principios que Él nos enseñó, con autocontrol y respeto hacia los demás.

El relativismo desafía la verdad única de Dios. Nos dice que "todo depende" y que cada persona puede decidir su propio camino. Sin embargo, como cristianos creemos en la existencia de una verdad absoluta en la Palabra de Dios. Jesús nos dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6), recordándonos que la verdad no es relativa, sino que está en Cristo.


La búsqueda del placer como objetivo último de la vida, promovida por el hedonismo, es otro de los desafíos actuales. Esta mentalidad ignora el llamado de Jesús a la santidad y a vivir una vida de servicio y amor al prójimo. Como nos recuerda Filipenses 4:8, debemos buscar lo "verdadero, lo honesto, lo justo, lo puro, lo amable." El placer no es en sí malo, pero cuando se convierte en el centro de nuestra vida, reemplaza a Dios y nos aleja de Su propósito.

La sexualidad es un don sagrado de Dios, diseñado para la unión y el amor en el matrimonio. Sin embargo, en la sociedad actual, se trivializa y se presenta como algo sin valor espiritual. Los cristianos creemos que la sexualidad tiene un propósito más profundo, orientado hacia la comunión con nuestra pareja y con Dios. Rebajarla es ignorar el diseño divino, lo cual puede llevar a relaciones vacías y a una pérdida de identidad.

Dios nos llama a vivir una vida de rectitud, basada en Su amor y Su verdad. La permisividad, el relativismo y el hedonismo pueden ser atractivos, pero como cristianos sabemos que solo en Cristo encontramos la verdadera plenitud. Estos valores nos invitan a buscar un camino más profundo, uno que no esté basado en la satisfacción inmediata, sino en una relación duradera y fiel con Dios.


¡PREDICA LA PALABRA DE DIOS!


MONÓLOGO

¿Alguna vez han sentido que el mundo avanza tan rápido que parece que perdemos algo en el camino? Así se siente la Iglesia en el siglo XXI: como un barco que navega en un mar agitado. Este no es un tiempo fácil para hablar de fe, de valores, de verdad. Pero, ¿cuándo lo ha sido, verdad?

Permítanme hablarles de tres corrientes que están sacudiendo este barco. La primera es la permisividad. Hoy parece que todo está permitido, todo es válido, y si alguien se atreve a cuestionarlo, es visto como anticuado, como enemigo de la libertad. Pero, ¿es realmente libertad? ¿O estamos confundiendo libertad con la ausencia de límites? Porque, al final, no todos los caminos nos llevan al bien. Algunos terminan en un vacío que duele.

Luego está el relativismo, esa idea de que no hay una verdad absoluta. "Tu verdad es tuya, y la mía es mía", dicen. Suena bonito, pero... ¿qué pasa cuando las verdades chocan? Cuando alguien dice que está bien mentir, engañar, usar a otros, ¿también debemos aceptarlo? La verdad no es un capricho personal. La verdad es lo que nos sostiene, como el suelo bajo nuestros pies. Si todo es relativo, entonces todo puede derrumbarse.

Y finalmente, el hedonismo y esa visión tan pobre y trivial de la sexualidad. Vivimos en una cultura que nos dice: "Haz lo que quieras, siente placer y no te preocupes por nada". Pero, ¿de verdad no importa nada? ¿Qué hay del respeto, del compromiso, del amor real? La sexualidad no es solo un juego o un producto; es un regalo, una fuerza creadora, algo que toca lo más profundo de quiénes somos. Reducirla a una simple satisfacción momentánea es olvidarnos de su belleza.


Sé que no es fácil, que muchas veces la Iglesia parece quedarse atrás o hablar un idioma que nadie entiende. Pero su misión no es adaptarse al mundo, sino iluminarlo. No se trata de imponer, sino de proponer. De recordar que la permisividad sin valores es un abismo, que el relativismo sin verdad es confusión, y que el placer sin amor es vacío.


Y a pesar de todo, creo en esta Iglesia. En su capacidad de escuchar, de aprender, de caminar con la gente. No está aquí para señalar con el dedo, sino para tender la mano. Porque, aunque el siglo XXI sea un desafío, también es una oportunidad. Una oportunidad de mostrar al mundo que la fe no está en contra de la libertad, sino que la completa. Que la verdad no es enemiga del diálogo, sino su base. Y que el amor, el verdadero amor, siempre será el mayor de los regalos.


Así que, aquí estamos. Un barco en medio de la tormenta. Pero no tengan miedo. Si navegamos juntos, con fe y valentía, llegaremos a puerto seguro.


Hecho por: Adrian Gamarra 

Comentarios

  1. Me parecio muy importante y reflexivo ya que nos enseña el valor y el respeto necesario para una relacion ya sea en pareja o amistades, sin olvidar nuestros valores cristianos.
    SEMBRADORES DE LA PALABRA 5°M-J

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